EL DERECHO DE MORIR




"Me gustaría seguir adelante, pero realmente no puedo.
Cuando estás totalmente paralizado,
no puedes hablar,
no puedes andar,
no puedes mover los ojos,
¿cómo le haces saber a alguien que sufres?".
Craig Ewert

El elegir morir es de aquellos privilegios que no todos podemos tener.
Elegir irnos de este mundo implica mucha más valentia de lo que muchos podrían imaginar. Implica la decisión de romper con todo lo que podría venir, destruir la idea de futuro de un tajo, de un solo zarpazo.

Cada vez escucho de alguien que ha decidido quitarse la vida no puedo evitar odiar esos comentarios de especialistas en la materia y sobre todo de improvisados reporteros que desean fungir de psicólogos. La muerte es abordada con una simpleza tal que pinta a los suicidas como locos, débiles e infortunados cobardes que no pudieron lidiar con los problemas del mundo. Yo creo que alguien que decide morir está ejerciendo su inalienable derecho de no estar más en un mundo que siente que no tiene lugar para él, que está optando por el derecho de terminar con su sufrimiento, con un dolor que le es imposible de manejar y eso aunque duela y aunque remueva muchas fibras de mi ser es algo que siento debo respetar.
Creo que el dolor de elegir dejar de vivir es tan válido como el de seguir viviendo. Yo debo confesar que me encuentro ahora en una posición en la que me es difícil ya elegir el morir. Hay seres que necesitan de mi y ya no puedo darme el lujo de morir. Confieso que extraño a veces ese privilegio como una especie de viva obsesión, de deseo innato, pero a la vez -suena paradójico- agradezco estar exenta de él. He pensado más en este tema al leer la noticia de dos personas, Daniel James y Craig Ewert que eligieron morir en la clínica de muerte asistida "Suiza Dignitas" después de haber quedado terriblemente incapacitados.
Si bien considero excesivo que se hayan filmado y divulgado las escenas de ambas muertes (la decisión de la muerte es un acto íntimo no de exhibición) no dejo de entender el sentimiento de estos 2 seres que sentían cada día como un sufrimiento para ellos y sus familias y que solo deseban descansar.
Muchos quizás podrán decirme que eso es ser egoista, que el dolor de las personas que permanecen es algo en lo que también se debe pensar. No pretendo hacer apología del suicidio pero ante aquellos que señalan y condenan estos actos con fiereza sólo debo preguntar: ¿no es más egoista creer que alguien que no desea sufrir siga viviendo sólo para evitarnos cargos de conciencia?, ¿en qué radica el sentido del verdadero amor? ¿no es saber dejar ir también? ¿no es aprender a respetar la voluntad del otro? ¿no es sobre todo evitar cualquier sufrimiento a alguien que amamos?. En el caso de Daniel James esta reflexión es más intensa ya que fueron sus propios padres los que estuvieron con él al momento de morir: era el pedido de un hijo que les imploraba no sufrir más.
Será por ello que cuando escucho de alguien que ha elegido morir no pienso primero en su familia sino en él , en lo que habrá sentido al momento de mirar el vacio desde ese puente o la soga que oscilaba desde el techo. Sé también que esas milésimas de segundo finales habrá deseado que alguien aparezca y le devuelva siquiera un gramo de esperanza, de ternura; he ahí la razón de esas llamadas que muchos suicidas hacen antes de consumar su muerte: sólo buscan una luz al fondo del camino y esa pequeña luz puede ser suficiente.
Cuando se trata de niños que optaron por dejar de existir todo es más doloroso. Una persona enfrentada a las turbulencias de la vida adulta puede sentirse agobiada e incapaz de enfrentarlas pero ¿que dolor insoportable puede acorralar a un niño con un alma aún blanca y llevarlo a ahorcarse?. Sé que la crueldad ya alcanzó a los niños hace tiempo. Sé que los ha cercado de una manera infame y más aún en estos últimos tiempos pero que un niño elija morir equivale a que toda esperanza dentro ha sido aniquilada, que todo vestigio de lazos con el mundo ha desaparecido y eso, en una criatura de 10 años, de 8 años, es infinitamente triste. Trato de recordar si alguna vez teniendo esa edad deseé morir y afortunadamente no recuerdo la respuesta.
Recuerdo mucho una película llamada Silence of the Heart. En esta pelicula Skip Lewis (Chad Lowe) de 16 años era un encantador pero frágil adolescente que llega a un punto en que siente su existencia absolutamente vacía e inexistente y se lanza desde una montaña con su auto. Lo que sigue es el terrible sentimiento de culpa que embarga a Ken (Charlie Sheen) su mejor amigo a quien habló de la muerte (en realidad de la suya en forma hipotética) sin encontrar una respuesta y a la familia de Skip que se niega a aceptar que él haya cometido suicidio (http://www.youtube.com/watch?v=f8mwsPZv6JQm/watch?v=f8mwsPZv6JQ). Recuerdo lo mucho que me tocó la escena del suicidio que hasta lloré despertando el enfado de mi madre quien sólo atinó a decir: "¿Por qué lloras por ése?" . "Por su dolor, por su vacio y su sufrimiento", le contesté. Ella solo agregó: "Que tanto, es solo es un pobre mongo igual que tú".
Ahora al recordar esas palabras que nunca he podido olvidar, primero doy gracias a Dios que mi madre haya cambiado mucho desde aquella época y segundo entiendo más el por qué Skip se lanzó de esa montaña.
Craig, Daniel y Skip
Descansen en paz

Comentarios

hpereyraf ha dicho que…
Q dificil, aunque no quiera aceptarlo tengo creencias my arraigadas (religiosas I mean) y x eso el suicidio me parece algo impensable ... pero en un caso asi? cuando no te queda nada ... no se es demasiado complicado.
Jimmy ha dicho que…
Estoy de tu lado en que las personas debe tener absoluta libertad sobre sus actos aun si estos implican el suicidio, si nadie nos pregunto si queríamos vivir al menos que nos dejen elegir cuando morir si es que así lo deseamos.

Yo no creo que sea un acto de cobardía, muy por el contrario, hay que tener mucho valor para tomar una decisión de esas.

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